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Opinión | Eduardo Andradas

DON Pepe Viyuela

Escrito hace

2 años

el

Eduardo Andradas, portavoz Podemos Alcobendas

Eduardo Andradas.- A Miguel de Molina quién vocalizó “Ojos verdes” como ninguna voz, en 1942, tuvo que exiliarse a Buenos Aires, tras una paliza muy a las JONS por actuar para el ejército Popular de la República y por homosexual. En la España del Imperio hacia Dios no tenía hueco un elegante de la copla. Peor  final de la escena le tocó a Federico García Lorca por los parajes rozagantes de quejigos de Víznar. Uno de sus asesinos Juan Luis Trescastro se ufanaba horas después del crimen por las calles de Granada diciendo  “le he metido dos tiros en el culo, por maricón.”

A Miguel Hernández le dejaron expirar en Alicante, Rafael Alberti y María Teresa León se marcharon en un avión precipitado a Orán para ser no ser cazados por las escuadradas que tarareaban  “Horst-Wessel-Lied” en un castellano  ramplón. Antonio Machado anduvo el camino a paso débil hasta que sucumbió. Por allí también pisaba la senda del exilio María Zambrano, vía triste que transitaron María de la O Lejárraga O Luis Cernuda.

A Miguel de Unamuno, al que la dictadura de Primo de Rivera le desterró a Fuerteventura, por opinar más de lo debido, le tocó irse a Francia hasta 1930. Según una reciente investigación del profesor Luis García Jambrina y el cineasta Manuel Menchón, el azul de Falange le dio muerte, hecho que no debía extrañar en esos mismos instantes que el viejo filósofo era noqueado de la vida, su amigo Filiberto Villalobos en la misma ciudad de Salamanca se hacinaba en la cárcel. El de Salvaterra de Tormes, tuvo la idea de militar en el Partido Liberal Demócrata, ser ministro de Samper y Lerroux e irse al Partido del Centro Democrático de Pórtela Valladares, un bolchevique blanco para la época, que no quiso alzar a la romana el brazo.

Asimismo, a  Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Víctor Manuel y Ana Belén les dieron un ramal de expatriación por declarar o protestar en la España del centinela de Occidente.

Ahora parece que el turno le palpa a Pepe Viyuela, ese perito de la risa y poeta histrión.  Hasta el cantante José Manuel Soto se sumó a perseguir  al socarrón de Sanse de Madrid, el gritón cantador de “Por ella”, que como no dicen las lenguas informadas dedicada en callado a la musa requeté y de yugo y flechas Carmen Ordóñez, el siempre dispuesto a poner apunte y mensaje a los descendientes chillones de Fernando VII.

Don Pepe escribió que la democracia podría enfermar si los herederos de Atanagildo, del Conde Duque de Olivares y del Cura Jerónimo Merino siguen avanzando en su credo cenizoso por las instituciones. Ello levantó un 18 de julio contra él en redes sociales.

Pepe Viyuela, un actor tierno, un vecino buenazo, sensible para diagnosticar la palabra entregada, federado con el alma humana, amigo de las causas benignas, se le señaló por exponer, decir, crear y los demás siguientes sinónimos.  Él mejor que nadie, por su abuelo Gervasio, sabe que si no pones  una línea Matallana o XYZ a los que dan vivas a Franco puedes dar con tu vivir  en una trinchera en los entornos de Belchite haciendo la guerra o en un campo de refugiados como el de Gurs. Se empieza marcando al discrepante y se acaba quemando libros de Blasco Ibáñez, Pio Baroja, Ortega y Gasset, de marxismo, el Heraldo de Madrid  o de humor como hizo por todo el territorio de España el 30 de abril de 1939 convocado por la lechigada del Sindicato Universitario de FET de las JONS.

Todas y todos demócratas somos Pepe Viyuela, pero él lo escribió más alto. Y como cantaría otro ilustre de la República, Angelillo, ¡Óle, Alí  Don Pepe!

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