La Iberozona: El lobo ibérico, un cazador que deja de ser cazado

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2 añosel
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Nota de PrensaHoy vamos a hablar en la Iberozona de una de las especies más icónicas y a la vez polémicas de nuestra fauna ibérica. Un animal de leyenda, admirado y querido por muchos pero por desgracia también difamado, temido y odiado por otros tantos. Un depredador formidable que ha dividido la opinión de los que nos consideramos naturalistas y que el pasado miércoles pasó a ser uno de los temas de actualidad más importantes tras declararse como especie protegida. Hoy vamos a hablar del lobo ibérico, uno de los habitantes más antiguos y a la vez más recientes de la Sierra de Guadarrama, ya que tras su extinción en la zona el aumento de su población en los últimos años ha motivado que vuelva a poder verse en Madrid.
Y es que este no es un lobo cualquiera. Estamos hablando de Canis lupus signatus, una subespecie endémica de la Península Ibérica que ostenta el título de superdepredador: ejerce un control abismal sobre la cadena trófica y su influencia en el ecosistema es mucho más notoria que la de otros animales. No sólo regula las poblaciones de otros animales por muerte directa, también lo hace por su mera presencia, modificando las conductas y la alimentación de muchos componentes del ecosistema a largo plazo. Por desgracia la mala gestión cinegética del pasado siglo llevó a este animal y a otros superdepredadores como el lince o el oso al borde de la extinción, por lo que los cazadores asumieron ese papel de control de las poblaciones, iniciando así un bucle entre cazadores naturales y cazadores humanos que perdura hasta nuestros días, siendo el pasado miércoles una fecha clave para romper esta dinámica.
Ahora es cuando entramos en la polémica. ¿Por qué la protección de una especie con semejante importancia es algo que ha tardado tanto en llegar? Para entender esto necesitamos ir al siglo pasado. Antes se mataban lobos a diestro y siniestro sin ningún tipo de control, pero gracias entre otras cosas al esfuerzo de Félix Rodríguez de la Fuente se declaró como especie cinegética en 1970. Esto es malo, ¿no?. En su contexto no lo era, porque al estar incluido en la ley el furtivismo, los cebos y las trampas que lo llevaron al límite pasaron a ser ilegales, por lo que todo intento de matar lobos debía estar sujeto a un control. Esto permitió el desahogo de los ganaderos y redujo las muertes silenciosas, siendo un modelo que perduró hasta la medida del otro día. Aquí surgen muchas preguntas, ¿tantos perjuicios causa el lobo al ganado? ¿cómo podemos permitirnos el lujo de perder individuos de una especie de la que únicamente hay 2500 ejemplares?
Cabe destacar un par de cosas más de la ecología del lobo: el papel que realiza en el ecosistema es viable únicamente si hablamos de manadas, de grupos de 2-3 o más lobos. Cuando alguno de ellos muere, la manada puede desestructurarse y ahí es cuando llegan los problemas tanto para el lobo como para el ganadero: está demostrado que cuanto más débil sea la manada más preferencia tendrá por el ganado. Por desgracia las manadas que tenemos en el Sistema Central no son todo lo sólidas que deberían ser. El otro aspecto de su biología contrarresta uno de los argumentos que usa mucha gente ante esta medida: “ahora habrán muchos más lobo y acabarán con todo”. Por definición la abundancia de un depredador viene dada por la abundancia de presas: si todo funciona correctamente y el ser humano no interviene, el propio ciclo de depredador-presa evita cualquier tipo de desajuste poblacional.
Volvemos al tema caliente: la influencia en el ganado. Cabe destacar que muchas veces los datos han sido manipulados por intereses privados intentando justificar a cazadores que lo único que quieren es colgar un trofeo en su casa y se escudan en ser “los defensores de la ganadería”. Algo inadmisible a nivel de conservación, más si miramos los datos publicados por el Observatorio del Lobo, una entidad con la que colaboramos por la conservación de esta especie, apenas alcanza el 0,13% de las bajas totales del ganado en el sur de Castilla y León. Esto en un periodo en el que la población del lobo ha crecido, a la par que lo ha hecho la ganadería extensiva: concretamente el ganado bovino ha aumentado un 83% en los últimos 25 años. Con esto queda demostrado que la matanza de lobos es injustificable y que numéricamente el ganadero y el lobo pueden coexistir, por mucho que infinidad de artículos fuera de contexto intenten convencer de lo contrario.
Pero para que esa coexistencia ocurra no sólo basta con un papel firmado. Antes de comprar carne en el supermercado o de insultar por redes sociales piensa en esto: de nada sirve la protección si no existe un sistema eficiente que acabe con el furtivismo para no volver a la situación anterior a Félix. Necesitamos muchos más datos sobre la realidad de este animal y tenemos que demandar que se apliquen, tenemos que colaborar entre distintos grupos conservacionistas, de dejar de creernos mitos y titulares sensacionalistas y seguir con la concienciación, la divulgación y la empatía por el resto de sectores involucrados, empezando por la ganadería tradicional y el mundo rural. Los ganaderos son los que están en el campo día tras día conviviendo con este animal y conocen sus aspectos negativos, pero piensa en cómo reaccionarías tú si tuvieras las mismas dificultades para hacer de tu trabajo rentable: si recibieran las ayudas a tiempo y en condiciones y se les valorara como es debido, el lobo sería el último de sus problemas. Tenemos que conseguir que puedan defenderse con la ley, no con un arma. Con la protección hemos dado un gran paso, pero aún queda mucho por recorrer.
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