Tras las Huellas de la Sierra: el lobero y el portazguero, más datos de estas profesiones olvidadas

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RedacciónComo nos gusta cuando los oyentes de Mas de Uno en OndaCero Madrid Norte nos ayudan, nos corrigen o nos añaden a esa búsqueda que en “Tras las Huellas de la Sierra” rastreamos cada miércoles. Por eso hoy vamos a añadir algún dato más sobre dos profesiones desaparecidas en los pueblos de la sierra, la de lobero y otra la de portazguero.
Según nos cuenta Iñaki, dispone de datos concretos sobre la actuación de loberos durante los siglos XVI y XVII en la Sierra de Guadarrama (con sus nombres y localidad), número de capturas, localización y el importe que se pagaba por las “lobadas”, concretamente para la zona de Cercedilla durante el siglo XVII (entre los años 1608 y 1620).
Por las fuentes parece claro que, dado que se pagaba por ejemplar capturado, los loberos profesionales (aparecen sus nombres y son por regla general siempre los mismos) conocían las madrigueras y esperaban a que la loba tuviera la camada para capturar a los lobeznos, dejando libres a las hembras para que preñaran al año siguiente.
En el documento que data del año 1612 y que forma parte del libro de contabilidad del Ayuntamiento de Cercedilla, se lee: “mas se le descargan 12 reales que se dieron a Pedro Mansilla y Francisco Marco de Colmenar Viejo del derecho de dos lobadas de 13 lobecinos (sic. lobeznos) que registraron ante la justicia”. Aparecen también, por supuesto, capturas de ejemplares adultos e incluso hembras preñadas, pero lo más habitual era la captura de lobeznos.
También se indica en ocasiones si en las capturas participaron perros de presa. Los loberos profesionales más habituales que operaban entre Collado Villalba, Alpedrete, Collado Mediano, Guadarrama, Cercedilla y Navacerrada, eran vecinos de Colmenar Viejo, Matalpino y Cercedilla… Las zonas de captura más habituales en la documentación que ha consultado Iñaki eran Alpedrete, Guadarrama, Collado Mediano, Navacerrada, y concretamente en Cercedilla y las capturas más frecuentes tenían lugar en la zona de Navalmedio, Peñota y el valle de la Fuenfría.
El número de capturas anuales podía ascender a varias docenas de ejemplares solo en la localidad de Cercedilla. También se les pagaba por la captura de zorros y garduñas.
Por otro lado, vamos a hablar de la figura del portazguero, que era el encargado de cobrar el portazgo, es decir, de cobrar los derechos que se pagaban por pasar por lugar determinado.
Una de las prácticas más saludables que llevan a cabo algunos seres humanos es aquello de vivir sin trabajar, o mejor dicho, vivir bien sin trabajar. Para ello hay diferentes fórmulas que no suelen estar al alcance de la mayoría, pero son tan antiguas como el ser humano. Una de ellas ha sido históricamente el “portazgo”, equivalente al peaje que ahora pagamos en las autopistas, pero que se imponía por la cara a todo aquél que quisiera utilizar un paso natural, acceder a un pueblo o utilizar un camino. Los privilegiados que en la Edad Media cobraban esta tasa solían ser señores feudales, que habían recibido dichos “privilegios” de mano de algún rey en agradecimiento a algún favor.
Con la progresiva desaparición del régimen feudal, el pontazgo se redujo al pago del tributo en los puentes de las grandes vías que comunicaban las poblaciones, quedando fuera de su ámbito aquellos ubicados dentro de las ciudades, salvo excepciones. Por extensión, a partir de los siglos XV y XVI se denominó portazgo a esos impuestos que se cobraban a los ciudadanos que no eran de la villa o ciudad y que cruzaban el río, aunque no fuera por los puentes, hasta que poco a poco se convirtió en un tributo por acceder a los mercados públicos.
Muy cerquita de aquí, en el puerto del Medio Celemín, en Valdemanco, en las estribaciones de la sierra de La Cabrera, se encuentra un paso natural de menor relieve que comunica Bustarviejo con el Valle del Lozoya. Allí debían “retratarse” los vecinos de Bustarviejo que usaban este paso para llevar el grano a moler a los molinos de agua o aceñas que había en el valle. La tarifa era de medio celemín de grano, que los recaudadores del Señor de Buitrago se encargaban de cobrar a cada uno de los vecinos que quisieran utilizar el paso.
El que se negaba a pagar no tenía más opción que trepar por los riscos de La Cabrera o dar un considerable rodeo, exponiéndose a sufrir cualquier percance, algo que solía ocurrir a quienes iban desencaminados, tratando de escapar de los portazgueros.

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1 díael
02/06/2023Por
Sonia Crespo
Escrito hace
2 díasel
02/06/2023Por
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