Tras las huellas de la Sierra: Antiguos oficios de la Sierra

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RedacciónGuillermo Herrero, responsable del proyecto de toponimia de Adesgam.- Podemos empezar hablando del oficio de peguero. Esta es una de las profesiones ya extinguidas y al que la ejercía se le llamaba peguero, pezguero o pezero. Del mismo modo que los gabarreros sacaban partido al monte después de las cortas de los hacheros, los pegueros hacían lo propio con los restos de la resinación.
Su labor consistía en recoger los llamados “testellones”, o lo que es lo mismo, la resina mezclada con tierra, acículas, cortezas de los pinos, restos vegetales y broza que había sido derramada al suelo al recogerse, o simplemente no había caído dentro del pote o vasija.
Este trabajo oportunista con el que se ganaban la vida esforzados trabajadores del monte, consistía en elaborar con los residuos de la resinación la pez o “aceitinegro”, un alquitrán vegetal usado para impermeabilizar y aislar cueros, botas de vino, odres, embarcaciones y construcciones, y para marcar las reses sin causarles daños.
La faena se llevaba a cabo en pleno monte donde se procedía a la construcción del horno o “pezguera”. Según se iba cociendo la resina, se extraía del fondo del pozo y se trasladaba a una olla donde se removía con un palo para hacerla líquida y evitar la formación de grumos. De la olla se pasaba el producto final, la “miera”, a los envases en los que iba a ser transportada y comercializada. La pez o miera derivada de la resina tenía un color negro y una consistencia viscosa.
Además de la resina, algunas plantas como la jara pringosa Cistus ladanifer o el enebro Juniperus oxycedrus también eran cocidos para obtener sus exudados o mieras. De la jara se conseguía el ládano, que además de un buen calmante para la tos, era ingrediente en la elaboración de perfumes. La miera del enebro constituía un remedio eficaz contra una enfermedad del ganado ovino llamada escabro o roña de las ovejas.
Pero si hablamos de profesiones duras, no podemos dejar de recordar una o dos generaciones atrás a esos gabarrero que pasaron su vida en los montes de la sierra.
Aunque la palabra “gabarrero” se considera autóctona de la sierra de Guadarrama, lo cierto es que el término “gabarra” se refiere a una embarcación pequeña y chata utilizada para la carga y descarga en los puertos. Haciendo un ejercicio de imaginación, la gabarra se transforma en el centro de la Península en un equino o en un carro tirado por bueyes. Es así como le encontramos más sentido al origen de la palabra que define a este oficio.
Hoy en día, esta profesión ya solo figura como reivindicación en las fiestas de algunos pueblos de la sierra de Guadarrama, especialmente en la vertiente segoviana, y con mayor renombre en la localidad de El Espinar.
También conocidos como jornaleros del monte, los gabarreros se encargaban de limpiar el bosque de ramas secas, árboles caídos, troncos muertos, etc. Se trataba de un trabajo muy duro que permitía el aprovechamiento de la madera para usarla como leña, a cambio de muy poco dinero. Transportaban la madera con ayuda de burros, mulas, caballos o incluso carros tirados por bueyes.
La colocación de la misma sobre el animal -mula o caballo en la mayor parte de los casos- era otra de las dificultades para llevar a buen puerto el jornal del día. Había que llevar la mayor cantidad posible de leña y además había que colocarla sobre el animal de la forma más firme y segura, рara que en la arriesgada bajada de la montaña, el primero no perdiera el equilibrio y acabara barranco abajo. Catástrofe total para el gabarrero que perdería así jornal y animal.
La jornada del gabarrero concluía al final del día, de noche, en condiciones meteorológicas terribles, en pleno invierno, a veces en medio de copiosas nevadas. Después, la leña se vendía para consumo doméstico, aunque en algunos casos, como los de los gabarreros de Valsaín, el destino de sus recogidas era el de combustible para la Real Fábrica de Vidrio de La Granja o la Fábrica de Loza de Segovia.
Cada año, en el municipio segoviano de El Espinar se celebra, durante el segundo fin de semana de marzo, una fiesta homenaje a los gabarreros, declarada como bien de interés turístico regional desde 2003.
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