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Tras las huellas de la sierra

Tras las huellas de la sierra: ¿Galapagar, tierra de galápagos o de calabazas?

Escrito hace

2 años

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Hoy descubrimos el origen del topónimo Galapagar. El nombre de esta localidad serrana, ¿proviene de que había galápagos en la zona o calabazas? Lo descubrimos conversando con Guillermo Herrero, responsable del proyecto Tras las huellas de la sierra”. También descubrimos el origen del nombre del Canto del Peso, uno de los enclaves mágicos de la localidad.

Galapagar fue fundado por caballeros segovianos en tiempos de Alfonso X, concretamente en 1268. Se menciona como Santa María de Galapagar en 1287.

La teoría más extendida es que el nombre de Galapagar se debe a que los primeros asentamientos urbanos dentro de su término municipal estaban localizados alrededor de una pequeña laguna en la que existía una colonia de galápagos. El galápago leproso (Mauremys leprosa) es la tortuga acuática autóctona de la Península Ibérica.

En la actualidad la especie se enfrenta en toda la península a problemas como la destrucción de su hábitat, su captura para tenerla en cautividad y la competencia de especies tropicales introducidas (como la tortuga de orejas rojas).

Las lagunas de los Galápagos se localizarían, más en concreto, hacia el occidente, cerca de los límites con Colmenarejo y El Escorial. Por este motivo, en el escudo oficial del municipio aparecen representados estos animales.

Otras teorías sobre el nombre

Otras teorías, como la de Pedro Luis Siguero Llorente dicen que podría derivar de calapacar, ya que la “g” deriva generalmente de la “c”. Calapacar es una forma antigua de calabazar o “campo cultivado de calabazas”, ya que calabaza deriva de la voz prerromana calapaccea. Del mismo origen serían Calabazas (Segovia y Valladolid), Calabazanos (Palencia) y Calabazares (Huelva).

Por el contrario, tradicionalmente se ha interpretado el nombre por la supuesta existencia de galápagos, tal como refleja el propio escudo de Galapagar. No se puede descartar que éste sea el verdadero origen, ya que sabemos que los galápagos eran un alimento apreciado porque se consideraba pescado, especialmente por comunidades o durante épocas en las que no se podía comer carne por motivos religiosos. Por ejemplo, los monjes cartujos del Paular criaban galápagos para su consumo en una galapaguera.

Según la opinión de Pedro Luis Siguero, se dan en toponimia ambos orígenes. Los nombres situados en cotas de hasta 1000 metros y cercanos a ríos y arroyos seguramente se refieren a poblaciones salvajes de galápagos que eran valoradas como fuente de alimento. De este origen serían Galápagos (Guadalajara), La Galapaguera (Rascafría y Villamantilla, Madrid) y Galapagar (Caudiel, Castellón; y Fuente del Arco, Badajoz). Sin embargo, los topónimos situados en interfluvios o en zonas más frías, como el Galapagar que nos ocupa o Galapagares (Soria) se refieren seguramente a campos cultivados de calabazas.

Canto del Peso, uno de los enclaves mágicos de Galapagar

Si hay una imagen representativa de Galapagar, esta es la del Canto del Peso.  Se trata de un claro ejemplo de una piedra caballera, roca granítica de tamaño grande que se apoya sobre otra mediante una base muy estrecha, que da una gran sensación de inestabilidad. Este bloque de granito de forma redondeada sostiene una roca más pequeña con forma de boina.

En este caso, la forma espectacular de esta roca, conseguida por la acción erosiva del Río Guadarrama tras un proceso de meteorización que va destruyendo la misma, la podemos ver en La Navata, junto a la llamada Colada del Charco de la Olla.

Se considera el Canto del Peso como un lugar de reunión de nuestros antecesores prerromanos, dotando al lugar de cierto aureola mágica o religiosa:

«Los historiadores usan varios indicadores para saber si un lugar puede ser prehistórico y en el Canto del peso convergen varios: su uso inmemorial en el pueblo, al lado de una fuente, a pocos metros de una cañada y tener nombre propio. Lo mismo que nos atrae a nosotros, seguramente también atrajo a quienes vivieron en Galapagar antes de que llegaran los romanos».

Puente de Herrera, que se conoce de tres maneras diferentes

Se encuentra situado sobre la anterior carretera de Galapagar a Torrelodones, salvando el río Guadarrama. Su creación, en el siglo XVI, obedece a una decisión personal del monarca, Felipe II, y en este caso el motivo era facilitar los desplazamientos a la localidad de El Escorial y al Monasterio-palacio de San Lorenzo, cuya construcción estaba muy avanzada en la fecha en que se proyecta el puente, 1582.

Leer:  Tras las huellas de la sierra: toponimia de capitales

Antes de la construcción del puente el camino poseía, un “punto negro” en el cruce del rio Guadarrama, sabiéndose que varias personas habían perecido en diversas ocasiones del invierno al intentar vadearlo, y, entre ellas, un hermano de Sebastián de Santoyo, “criado y privado de S.M.”, en 1577.

De aquí que, mediante una Cédula Real fechada el 20 de enero de 1582, el rey encargara a Juan de Herrera, “su arquitecto y aposentador de palacio”, las trazas de un puente de piedra. A partir del conocimiento de la autoría de la obra, el puente se ha venido denominando “de Herrera’.

Sin embargo, también se conoce como “puente de las Minas”, ya que se construyó en las proximidades de unas minas de cobre en explotación que posteriormente se abandonarían y una tercera denominación es la de “puente Nuevo”, que con seguridad hace referencia al “puente viejo o de la Alconzorra”, de supuesto origen romano y localizado 300 metros aguas arriba.

 

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