Tras las Huellas de la Sierra: La noche de la taba en Colmenar Viejo

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RedacciónGuillermo Herrero, responsable del proyecto www.toponimos.es.– La taba es básicamente un juego en el que se emplea un hueso de las patas traseras del cordero. En concreto se trata del astrágalo, una pequeña pieza que une la tibia y peroné con el hueso del talón y que los jugadores utilizan como si fuese un dado.
Aquella jornada siempre la recordará Pedro, un carpintero local que aprovechó la noche de san Andrés para invertir en suerte y azar. Empezó como todos, con un poco de dinero y la esperanza de llegar lejos. Se acercó a uno de los locales donde se jugaba hasta últimas horas de la madrugada, uno de los muchos bares y restaurantes de Colmenar Viejo, y decidió probar fortuna.
El origen de la taba
El juego de la taba tiene tanta historia en el pueblo que nadie se acuerda de sus orígenes, ni siquiera la memoria colectiva de los colmenareños es capaz de recordar por qué se juega solo los días de San Andrés (30 de noviembre) y Santa Lucía (13 de diciembre).
Un texto de 1915 asegura que el juego de la taba estaba «…muy en boga todos los años el 30 de noviembre, día de San Andrés, en que después de haber ido los chiquillos a las casas de sus respectivas familias a pedir para San Andrés, o lo que es igual, para comprar turrón el día de Nochebuena, los colmenareños desocupados vanse por la tarde un rato a tomar el sol al abrigo de los peñotes del cerro de San Andrés y, formando varios corros, uno de los reunidos toma, para tirarla, la taba y los demás apuestan pequeñas cantidades, cuya ganancia o pérdida se decide por la posición en que queda la taba al pararse en el suelo».
La partida de ida se juega el 30 de noviembre y la vuelta o revancha el 13 de diciembre, una festividad que puede tener su origen en la doble titularidad de la ermita donde se celebraban las partidas antaño. Resulta que la ermita de San Andrés, levantada en un cerro al oeste de la villa en el siglo XV y demolida a mediados del siglo XIX, también estaba dedicada a Santa Lucía, de ahí posiblemente la elección de la segunda convocatoria.
Pero existen otras leyendas relacionadas con este acontecimiento, una de ellas señala a San Andrés como un jugador empedernido, y otra se detiene en elogiar las excelentes cualidades de una sustancia que manaba del sepulcro del santo «…consistente en una mezcla de harina y aceite oloroso» que pronosticaba a los habitantes del país si el año iba a ser abundante o escaso en cosechas: «si ese referido maná fluye débilmente o en cantidad menguada, la fertilidad de la tierra en la próxima temporada menguada también será; pero si fluye copiosamente puede darse por seguro que el año ha de ser de copiosa feracidad».
Las reglas de la taba
Con el paso del tiempo las partidas del cerro de San Andrés cambiaron de escenario y empezaron a extenderse por los bares del pueblo. En una de esas cantinas entró nuestro amigo Pedro dispuesto a pasar un rato entretenido tentando a la suerte. Las reglas del juego son claras y fáciles. El dado de la partida es una taba, el hueso de la rodilla del carnero, que tiene dos posiciones, una parte ahuecada y con relieve, llamada carne, y otra lisa conocida por culo.
Son la cara y la cruz de la pieza ósea. Intervienen en la partida el tirador de la taba y los mirones, jugadores pasivos situados alrededor del tirador que apuestan una cantidad de dinero en su contra. El tirador debe cubrir las apuestas de los contrarios hasta igualar todo el dinero depositado sobre la mesa. Una vez que el crupier, normalmente el dueño del local, da el visto bueno a las apuestas, el tirador lanza el dado. Si cae en posición de carne, el jugador se lleva todo el dinero de la mesa; en caso contrario, el tirador pierde su dinero y los mirones ganan el doble de lo apostado. Así de sencillo.
Aquella noche Pedro consiguió cinco carnes seguidas, pero a la sexta tirada perdió y tuvo que dejar su sitio a otro jugador. Para entonces ya había ganado casi un millón de pesetas. Cuestión de suerte.
Grandes fortunas, grandes pérdidas y una huelga general
Cuando llega el final de la noche y las puertas de los bares se cierran, el valor de las apuestas pueden alcanzar cifras de seis ceros o de tres si hablamos en euros. Entre los mentideros de Colmenar se asegura que algunos jugadores han perdido tierras y comercios en apuestas de alto riesgo. El juego de la taba estuvo vetado a las mujeres hasta mediados de los años ochenta y durante el franquismo, cuando se prohibieron los juegos de azar, las partidas se hacían clandestinamente en la trastienda de los locales con el beneplácito de las autoridades. Incluso durante el famoso 14 de diciembre de 1988, fecha de la huelga general en todo el país, los únicos comercios que no cerraron fueron los bares.
Bibliografía: Honorio Velasco, & Roberto Fernández, R. (1990). Estrategias sociales ante la suerte en Colmenar Viejo. Disparidades. Revista De Antropología.