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Tras las huellas de la sierra

Tras las huellas de la sierra: Los pozos de nieve de la sierra, un comercio de importancia.

Escrito hace

9 meses

el

Guillermo Herrero, responsable proyecto www.toponimos.es.-Sabemos que desde la antigüedad se han enfriado alimentos y bebidas con nieve. Las primeras noticias que se tienen de almacenes de nieve son de China en el siglo XI a.c. y Marco Polo cuenta sobre vendedores callejeros de helados. En la Grecia clásica se transportaba nieve desde las montañas para refrescar el vino.

Para el almacenaje siempre se utilizaron cámaras subterráneas. En Madrid el hielo se consumía como artículo de moda en la corte y en las clases altas. Por ejemplo en 1607, al catalán Pedro Xarquíes le fue otorgada por el Rey la licencia de negociar con la nieve y empezó entonces a traerla desde la sierra de Guadarrama.

En Madrid los pozos para almacenarla empiezan a construirse en el año 1607 y se ubicaban desde la actual Glorieta de Bilbao hasta la calle Barceló. De hecho, la plaza de Bilbao fue conocida durante mucho tiempo como “de los Pozos de Nieve”.

Se almacenaba en una serie de cuevas artificiales donde se guardaba la nieve mezclada con paja. Esta mezcla de nieve y paja servía para enfriar bebidas, aunque se no echaba tal cual en las mismas, sino que se introducía en cápsulas metálicas.

Estos “pozos de nieve”, eran las construcciones que servían para dotar de hielo a la Villa y Corte de Madrid, distante de más de cincuenta kilómetros y que suponía muchas horas de transporte a lomo de caballos y mulas. A pesar de esta distancia y del duro trabajo que suponía el transporte, la industria de los pozos de nieve prosperó en la sierra de Guadarrama durante más de 300 años, llenando toda la sierra de este tipo de construcciones.

Un Pozo de nieve es un agujero, superando a veces los 15 metros de profundidad y los 10 metros de diámetro y que era recubierto por una construcción de piedra protegiendo su interior de las altas temperaturas del verano. En el pozo las paredes y el fondo estaban recubiertos de piedra y dentro se almacenaba la nieve en sucesivas capas que eran fuertemente compactadas. Cada cuatro o cinco metros de hielo, se colocaba una capa de helechos, que hacía de aislante.

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Los neveros eran los responsables de los “pozos de nieve” y alcanzaron una gran notoriedad entre los siglos XVII y XIX. Su trabajo consistía en almacenar el hielo y llevarlo a la capital para el consumo de los madrileños.

Pozos de nieve en la Sierra del Guadarrama

En plena Sierra del Guadarrama existieron varios Pozos de Nieve. Concretamente en la umbría de Cuelgamuros en el bosque que cubre el Valle de los Caídos, se excavó hace siglos una batería de agujeros cuyos restos todavía se pueden ver. Además del pozo del puerto de Malagón, el Monasterio del Escorial tuvo un total de ocho de estos pozos uno de los cuales aún se mantiene en perfecto estado en la huerta de los religiosos.

El más conocido era El Real Pozo de Nieve de Felipe II. En 1985 se restauró uno de los pozos de la umbría de Cuelgamuros erigido bajo el mandato de Felipe II. El Real Pozo de Nieve de Felipe II, es uno de los mejores conservados de la Sierra de Guadarrama. Tiene 14 metros de profundidad y 8,5 metros de diámetro y en su interior se podía almacenar hasta 20.000 arrobas de nieve que son unas 230 toneladas de nieve.

En el caso del Ventisquero de la Condesa, la propiedad era de la todopoderosa familia Mendoza. En concreto, la condesa que da nombre al ventisquero era doña Francisca de Silva y Mendoza, marquesa de Santillana y condesa del Real de Manzanares (1707-1770). Todavía se conserva en el ventisquero un murete de piedra que servía para contener la nieve y hacer más fácil su acumulación y extracción. En el Ventisquero de la Condesa tiene su origen el río Manzanares.

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Debido al abrasador verano madrileño se puso de moda el consumo de sorbetes, horchatas y bebidas refrescantes fabricadas a base del hielo traído desde la sierra de Guadarrama que todas las noches de verano se transportaba desde los pozos a lomo de caballos y mulas. A finales del siglo XIX desapareció el oficio de nevero, un duro y próspero negocio del que hoy aún quedan de forma testimonial algunos pozos de nieve dispersos por la sierra de Guadarrama, así como algunos tortuosos y, a veces, inverosímiles caminos de montaña que en su día se emplearon para bajar la nieve y acercarla hasta la capital.

En Madrid, en esta época, la utilidad de los pozos de nieve ya había sido sustituida por las fábricas de hielo industrial y los pozos cerraron en 1863. Como curiosidad, el primer frigorífico para hogares salió a la venta en el año 1919, fabricado por la marca Kelvinator, pero aún tardaría en llegar a los hogares españoles.

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